LA MARGARITA
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era como un sol y como su nombre lo indicó, fue una flor que atrajo moscardones
y abejorros con su cálido trato.
Era
morena y nació con un destino hermoso. Hacer feliz a los hombres que le
rodearon. De carácter alegre y desinhibido, se rodeó de amigos y amigas que le
prodigaron atenciones y afectos.
Desde muy niña dio muestras de su condición sensual y
disponible para los actos sencillos del sexo. Uno de sus primos se encargó de
conducirla por los vericuetos secretos en aquellos tiempos, de los placeres
sensuales, y fue tal su cometido con ella que le pudo despertar tan temprano
los sentidos hacia el glorioso planeta del placer completo. Cosa que aprovechó
al máximo, llenándose de sensaciones nuevas y excitantes, que le abrieron la
puerta hacia su mejor destino: ser prestadora voluntaria de servicios
especiales. Servicios que le prodigaban placer y dinero, pues supo desde el
comienzo que para eso había nacido. Para ser amada por muchos y para amar a
mas. En su corazón sin fronteras le cabía todo el amor del mundo y lo brindaba
sin prejuicios, con la actitud consiente de que a ella le sobraba, lo que a
otras como ella, tenían, mas lo negaban.
La Margarita pudo realizarse completamente en aquella
pequeña sociedad sin prejuicios. En donde se desenvolvió sin causar problemas a
nadie, pues todos conocían sus cualidades y habilidades, respetándole sus modos
de ser. Si se le buscaba se le hallaba, jamás se anduvo ofreciendo, quien la
quería la tenía y obraba por consecuencia democrática y honradamente, no
metiéndose en vidas ajenas, si no dándose con gusto a las solicitudes continuas
de sus seguidores y promotores, quienes le daban o conseguían lo que ella
necesitaba para vivir; dinero, despensas, ropa, regalos necesarios, mas nunca
recibía ni aceptaba joyas o lujos. Fue discreta hasta en eso. Solo era una
hembra especial con cualidades extraordinarias para las relaciones humanas.
Jamás supe que causara un problema de celos o que por ella,
por su atractivo sensual y disponibilidad, alguna pareja bien unida, haya
resentido en sus vidas alguna distensión o desacuerdo. Al contrario, creo que
con su actividad y complacencia hizo que varias parejas se comprendieran mas,
entendiendo que las relaciones sexuales son tan variadas como los climas y las
flores.
La margarita vivía tranquila como una abeja reina en su panal.
Gozando de una libertad absoluta y sin sobresaltos de ninguna especie. Pero un
día se brindó sin reservas, como solo ella podía hacerlo, a un señor que tenía
algunos años de vivir en el pueblo y que se le conocía por su socarronería y su
actividad honrada en su trabajo. El era chofer de uno de los camiones de carga
que llevaban mercancías a México. Este personaje se distinguía por su sonrisa
de dientes de oro, algo cacarizo, de simpática presencia, esbelto, siempre
formal y participativo. Tocaba la guitarra acompañándose canciones viejas, que
entonaba con una voz algo aguardentosa, mas esto no le quitaba que alguna de
las damas homenajeadas por su canto, se atreviera a decir:
- Qué bien canta
Sabás -. Pues así se llamaba este personaje.
La Margarita se ofreció a Sabás, como solo ella sabía
hacerlo y brotó en el viejo corazón de aquel bohemio, una pasión desconocida y
desbordante, que le traía piense y piense en los ratos pasados en aquel circulo
atosigante y atrayente del amor de la Margarita.
Sabás solo vivía para llegarse por las noches al llamado
intenso del atractivo de esa mujer que le absorbía el seso y la esencia. Salía
de viaje, solo con las ansias de regresar. Dejó de dormir con su mujer y solo
llevaba lo necesario para el sostenimiento de sus pequeños hijos. Atrapado como
mosca en la urdimbre sensual del mítico poder que tenía la Margarita.
Sabás, con todos sus años a cuestas, jamás había tenido
experiencias tan completas, ni tan apasionantes, como las que descubría cada
noche en el paraíso moreno de piel ardiente, que le ofrecía sin cortapisas la
Margarita. Pero se apasionó tanto Sabás, de su morena amante, que se le fueron
cerrando las otras salidas, obcecado en su apasionante aventura, ya no tuvo mas
ganas, ni manos, ni boca, que para la morena flor que lo llevaba al paraíso de
deslumbres hechizantes.
Todo esto pasó a ser la vela de su luz, la luna de sus
noches, el combustible de su motor. Sin el amor de la Margarita, Sabás sabía
que no funcionaba y quiso tenerla solo para el.
La Margarita con su carácter tan compartido y su cuerpo sin
fronteras, se ausentó de Sabás, continuando sus liturgias con los que quisieran
oficiar en el templo moreno de su cuerpo mórbido, sin preocuparse de los
destrozos que su actitud, normal en ella, causaba en el ser integro y entregado
de Sabás.
Cierta tarde, estando Margarita en compañía de unos amigos,
conviviendo muy tranquilamente en una cantina, platicando cosas triviales y sin
esencia, sintió los aguijones ardientes de tres balazos que le penetraron, uno
en la nuca y dos en la espalda. Eran de calibre .380 y que salieron de la
pistola escuadra de fabricación Española, que Sabás, con saña desconocida
empuñaba y disparaba aturdido por los celos. Tranquilamente vio como la
Margarita se deslizaba bruscamente sobre la superficie de la mesa, derribando
con su acto los envases de cerveza que se encontraban sobre ella, cayendo
desmadejada al piso, mientras que de su boca salía una gran cantidad de sangre
y de sus negros ojos, se despedía el brillo, como cuando sobre una laguna se
borran los rayos del sol obstaculizados por una nube.
Sabás tranquilamente salió en un autobús de la comunidad y
jamás se le volvió a ver. A la Margarita se le enterró en el panteón del pueblo
y al mes ya estaba olvidada en su tumba, que se perdió en el yerbajal que
creció abundante, alimentado por la esencia de la difunta. Dicen, que sobre la
tumba, nació una mata de “amor de un rato”, que florea solamente el 14 de
febrero, el día del amor, yo no lo se, mas su asesinato me impresionó, pues en
el pueblo jamás un hombre había matado a una mujer y Sabás, con su acto, pasó a
ser leyenda, pues modificó el comportamiento de algunas mujeres que llevaban la
misma ruta que la Margarita.
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