jueves, 13 de marzo de 2014

DETALLES DE UNA CASA




Desde donde estoy sentado esto es lo que alcanzo a ver. Del lado derecho brilla el sol con un resplandor extraño y contagiante. Los cuadros rojos y amarillos del piso del corredor resaltan resplandecientes como si fueran metálicos.
Las frondas del enorme Litchi que está a la entrada a un lado del portón y la de los Mangos erguidos del otro lado de la carretera semejan temblorinas alegóricas parvadas de palomas moradas. Sobre los troncos de las Palmeras las hojas de las Piñanonas son manos curiosas que intentan atrapar la ligera brisa. Unas hojas color guinda-pitáya reviven por los rayos del sol en la pequeña y curvada jardinera que está sobre el pasillo debajo del mirador. El retorcido tronco del Raspa-sombrero es una serpiente de doble cuerpo intentando escurrirse discreta hacía la azotea.
Por la parte frontal de la residencia, en el centro y frente de las gradas, la gata negra de ojos color ámbar  se estira absorbiendo los tibios y calidos rayos, observando las palmeras Camedor que se apretujan amarillosas contra el ligero pretil de ladrillos cubiertos de musgo verde. Sobre el arco frontal de la casa las hojas de Chápis y Piñanóna se descuelgan como queriendo cubrir la entrada, misión imposible por lo amplia, a ambos lados de este pórtico unas plantas de sombra de alargadas y hermosas hojas jaspeadas de blanco son guardianes celosos de la morada.
Alcanzo a observar unas hojas de la Palma de coco, desmadejados brazos caídos,  tristes y temblorosos. El follaje del Árbol del Huevo se aprecia sobre el de las Limonarias, en ramilletes que se extienden hacia arriba  distinguiéndose sobre el cielo azul, donde unas aborregadas nubes blancas son vellones de la trasquila de Dios.
Una joven Araucaria algo torcida, necia se inclina recargada en una horqueta  que trata de corregir su displicente postura. En el primer escalón de las gradas, del lado izquierdo y casi pegado al pilar del arco de ladrillos, el asador zangaruto, ahumado y oxidado, sirve en esta tarde de asolead ero de zapatos y tenis húmedos, además de que luce garboso un viejo sombrero que inclinado le da u  aire entre coqueto y simpaticón.
En el corredor del lado izquierdo, algo opaco pues el sol no lo ilumina, una hamaca cuelga solitaria luciendo sus colores, negro, rojo, azul, amarillo y verde, que de nada le sirven pues no hay nadie sobre ella.
En una silla que está pegada a la pared, se ve un montón de ropa sucia apilada en espera de que la recojan  para ser lavada. En el gran ventanal del fondo, al que le faltan algunos cristales, la hilera de macetitas que dejó plantadas Doña Laura con diferentes y variadas matas, semejan curiosos espectadores observándome atentos y susurrándome les tome en cuenta en estos apuntes. Bien enfrente de mí, en el jardín, el árbol de Canela,  en plena floración se nota oscuro y manchado, sobre de su tronco unos discretos rayos de sol le pintan arabescos con mensajes dulces y confitados. Hay en este jardín Tulipanes Rojos, Bugambilias recién podadas, y un Croto de esos que les llaman tornillos, de hojas largas y torcidas  de color verde y amarillo. Resalta a esta hora iluminado plenamente por el sol, un Tulipán de flores rojizas y pequeñas  al que su hojas le salen jaspeadas  de color blanco, que semeje a este hora como si follaje estuviera salpicado de encaladura.
A un lado de la mata de Tarro, que desmadejada se recarga indolente y agotada sobre una larga Chaca, está el viejo Zapote Negro, que a aguantado infinidad de podas que jamás le han quitado las ganas de producir frutos, los que invariablemente se comen los Papanes y las Ardillas.
De repente, arriba, sobre el arco del vuelo del techo, frente del mirador, me sorprende el paso de “Coster”, el perro “Beagle” color café claro y frente arrugada, que lo  mismo corre en la azotea que en este corredor, pues se brinca la barda a la hora que quiere y por donde desea, ladrándoles a los que pasan por la carretera.
El cielo se está poniendo de un azul intenso, algunas nubes se empiezan a disfrazar con plumas blondas de color Flamíngo, presagiando el pleno atardecer mientras alcanzo ya a escuchar el trino de una discreta y tímida Primavera oculta allá por el naranjal.
                                                ¡Buenas tardes!

   S.a.C.f.                                                                    Altamira, Pue. 5 de Marzo del 2001.




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