¡Que se haga la
noche!
Debo
esconder en sus resquicios la urgente necesidad de poseerla. Que las sombras
oculten sin demora la frágil necedad que me obsesiona. Que nuble la noche con
su mancha el deseo opacador de mi conciencia. Y que nadie alcance a comprender
que muero por tenerla en mi destino.
¡Que
se haga la noche!
Debo
resguardar de la mundana indiferencia ciudadana, la floración excesiva de mis
ganas.
¡Que
se haga la noche!
Y
que se trague por siempre mis misterios y que jamás vuelva a querer sorber
dichoso el enervante aroma de esos sus rizos negros.
¡Que
se haga la noche!
S.a.C.f.
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