martes, 9 de julio de 2013

LA  LLORONA

 Cierta ves por calentano
y enamorado irredento,
esto que aquí hoy les cuento
que me pasa a mi, de plano.
Todo mi intento fue vano
pa` remediar la cuestión,
pues por dar al corazón
satisfacción y placer,
me fui a ver a una mujer
allá rumbo del panteón.

Una noche neblinosa
tétrica más bien diría,
buscando la cofradía
que presagiaba la hermosa
dueña de una prestigiosa
fama de mujer galante,
me lancé con el desplante
de un Don Juan lucidor,
que por buscar el amor
no le importa el contrincante.

Sería casi media noche
cuando con empuje ardiente,
perlada de sudor la frente
por la pasión en derroche
que solo paliaba el broche
muy común del firmamento,
la luna, cual elemento
principal, se columpiaba
y la calle iluminaba
cual plateado complemento.

Caminando y sin temores
acicateado y dispuesto
avanzaba predispuesto
a conseguir los favores
de esa mujer y sus flores
que prometían mil hechizos,
tranquilos, sin compromisos
bajo frondas perfumadas,
iba en la noche estrellada
en busca del paraíso.

Para alcanzar el edén
en los brazos de mi amante,
tenía que cruzar campante
un solitario badén
y un arroyuelo también
que se escurría presuroso,
bajo del sombraje hermoso
de Otates y Casuarinas,
allá tras de las colinas
de aquel valle generoso.

Cuando cruzaba el arroyo
sobre unas piedras boludas,
oía a las tartamudas
ranas verdes que en su embrollo
cantaban su eterno rollo
como nocturnal marea,
mientras me hacía a la idea
de llevarle serenata
a mi beldad, esa ingrata
que a mis penares recrea.

De repente voy mirando
una silueta precisa,
que en silencio se desliza
como si fuera flotando,
y en la orilla caminando
observé a una mujer,
que callada y sin temer
paseaba sin previsiones
como buscando razones
para ofrecer su querer.

Yo me dije. - ¡Esta es la mía!
pues la noté provocante
y sin pensarlo un instante
me lancé con alegría
pues mi pasión a porfía
desbocada me jaló,
a su lado me llevó
sin pensarlo y alevosa,
en busca de aquella hermosa
que mi interés desbocó.

La seguí por un buen trecho
entre el cascajal, ansioso,
solo buscando el reposo
con el corazón desecho
que latiéndome en el pecho
cual las esquilas de misa,
me abombaba la camisa
como un  Bombo o Atabal,
me animaban por mi mal
a indagar a esa mestiza.

Por fin, en la noche oscura
la alcance y sin miramientos,
de tomarla hice intentos
a la agraciada figura,
que embozada de blancura
por el cascajo avanzaba,
cual flor sutil de guayaba
entre la silente bruma,
más parecía blanca espuma
que entre las piedras flotaba.

Aquella extraña mujer
de ebúrnea silueta altiva,
se detuvo decisiva
y con chocante placer
se volvió y dejóme ver
un rostro largo y equino,
que me hundió en un remolino
de terror descontrolado,
pues les juro haber mirado
a Satán en mi camino.

Luego, se lanzó gritando
sobre la negra corriente,
con un aullido estridente
que se alargó y que flotando
a sus hijos fue llamando
con lastimero alarido,
que sintiéndome perdido
me quedé petrificado,
pensando en el gran pecado
que habría tal ves cometido.

 Pues mirar aquel espanto
del que tanto había escuchado,
¡La Llorona!  Estoy fregado
me dije casi en un llanto.
Eso pasó, mientras tanto
mi Dama allá abandonada
en su lecho, alborotada
esperome al alba fría,
sin ninguna simpatía
por el que nunca llegaba.

Así me pasó, señores,
esta experiencia maldita
que tuve esa nochecita,
por cosechador de flores
se me fueron los colores
más aprendí la lección,
ahora sin dilación
me porto bien precavido,
me las busco con marido
por eso de la espantasión.

¡Tron- tron!

2 de Junio del 2003.
Ave. 20 de Noviembre Nº. 35.
Xalapa,Ver.


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