LA SOMBRA.
Por calle
de Victoria, esa que va a San Andrés, fui testigo cierta vez, de algo que quedó
en mi memoria como enquistada y vil
historia que todavía me estremece, que con el tiempo más crece ampliándose mi temor, me tocó ver el
rencor estampado en una sombra, silueta que el eco nombra con extraño retumbido, esa sombra era
un berrido sobre la pared ampliada, en esa triste morada que festonada de
hastío me prodigaba gran frío como estimulo malvado, el mal ahí reflejado daba
pábulo a mi miedo, que pude decir muy quedo.
— ¡Es el mal encapuchado! Que
está pagando un pecado enorme por su insistencia. La sombra era sugerencia de
lo malo y su contorno, de la maldad era adorno en aquella calle extraña, donde
abundaba la maña de susurrar cuentos raros, balo los chaparros faros de la luz
que blanquecina, penetraba en la neblina como
afilada guadaña, trazando con pauta extraña arabescos en la bruma, cuan
si fuese blanca espuma de chorreras y cascadas,
vertientes abandonadas que febriles desbocaban en el mar que las
tragaba, ansioso y tergiversado, como coloso cansado, como gimiente gigante que
aceptaba tan campante el bullicio que espumoso, se atiborraba tortuoso de todas
esas corrientes, mientras pasaban mil
gentes que evitaban contemplar, eso que podía aterrar a quien mirara esas sombra,
Eso que temblando nombra mi
voz entre sortilegios, mientras escuchando arpegios de arpas y de salterios,
bien recuerdo esos misterios de esa sombra deslizante, que me sorprendió
flagrante asustando de fijo, mientras el miedo prolijo se enquistaba en mi memoria,
como hoy lo narro en la historia de esa sombra deslizante, era una mancha que
oscura, salía de su sepultura para espantar al paseante, que se sentía
agonizante al contemplar lo malvado, porque el espanto estampado en la pared de
la casa, con su pánico te abraza y te
corrompe y te daña, con su luz negra te
baña hundiéndote en el terror, y huyes de ella con pavor buscando tierra
sagrada, esa sombra condenada se quedará sola y tristes, nada más porque la
viste retorcerse en las paredes, más si tu miedo le cedes se te meterá en el
alma, e irás perdiendo la calma entre temblores malsanos, serán tus
antojos vanos por arrancar su negrura,
pues esa extraña creatura hija de lo mas
malvado, te entregará su pecado tratando de convencerte, de que dejes a la
muerte meterse en tu corazón, huye de su perdición y aléjate de su ronda, y permite
que se esconda en ese oscuro rincón, donde
con toda razón debe de estar
esta arpía, que nos quita la alegría al
pasar por la tal calle, recuerda pues el
detalle que te narro en este cuento,
esta sombra es elemento de misterio y de leyenda, esa limpia y rara senda de
los cuentos de misterio, fabulas de cementerios, de tumbas y de mortajas, las que con criterio atajas en
esas noches oscuras, en medio de
sepulturas de esos lóbregos panteones, entre negros nubarrones, entre mausoleos
quebrados, donde moran olvidados los huesos ya polvorientos, entre enigmas sin cuento, entre abandonos
huraños, entre negligentes años, entre olvidos macilentos, ahí como estos
inventos abundan acumulados.
24.00 Hrs.
10 de Julio del 2013.
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