El
ambiente se remoja con vinagre para hacer el aderezo de la vida y una pizca de
sal de lagrimones le pone el punto exacto al convivio diario con otra gente. Moviendo
suavemente esta solución se elabora la pasta que recubre con penas y sueños
vanos las vivencias del que se la pasa
amando imposibles.
Agujerando la capa superior con
adulaciones y mentiras se logra que al sazonarse no reviente el corazón.
Luego
se revuelca todo el cuerpo en azúcar amargo, antes, barnizarlo con desdichas y
llantos, para que se adhiera todo lo sufrido, y se pone a cocer a temperatura
media por la edad que se va a vivir. Luego repartir todo esto en rebanadas a
las gentes que no merecen nuestro cariño, dando explicitas gracias por lastimarnos
al mordisquear nuestras rodajas.
(Receta que encontré en mis oscuros pesares un
medio día del gris mes de Diciembre del 2001, cuando solo pensaba en ella.)
S.a.C.f.
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