sábado, 19 de julio de 2014

POR EL PASEO DE LOS LAGOS
          Xalapa es una metrópoli hermosa y cosmopolita, que se distingue por su ambiente cultural remarcado por contar con una de las (Si no la principal) Orquestas sinfónicas de mayor prestigio nacional, así como la de ser sede de los principales campus y Rectoría de la Universidad Veracruzana, aunado a ello las oficinas esenciales de infinidad de dependencias que forman el mayor mazo de burócratas aglomerados en esta ciudad capital, que cuenta con dos palacios de gobierno, uno, el federal donde están las oficinas del Gobernador, y  el del Gobierno municipal, donde síndicos, regidores y Presidente tratan de hacer lo posible por conducir con precaución, inteligencia y habilidad, las riendas de esta hermosa y cada día más caótica urbe en la que decidí vivir con mi esposa y los dos hijos que procreamos con amor.
          En esta Xalapa de las flores, llamada así por algún amante de la naturaleza al que probablemente le encanta el producto de las plantas que en este clima húmedo y sub-tropical se desarrollan con imponderable eficacia, existen lugares entre los que destacan. El Cerro del Macuiltepec, lugar de frondas y verdores amplios; El Parque de los Berros, arbolada estación donde anidan ardillas y primaveras en históricas Hayas, Eucaliptos y Liquidámbares. Y el Paseo de Los Lagos. Escalonado remanso esmeraldino donde sobre trémulas ondas nadan Patos y se reflejan arbóreos paisajes. Que en sus márgenes, frondosos Higüeros, Hayas viejísimas, Hules de raíces que  parecen venas de seres mitológicos, Pinos esbeltos, Eucaliptos de cortezas jaspeadas y Liquidámbares de aromados follajes, sombrean umbrosas sendas, en las que trotan y caminan infinidad de personajes para gozar del tranquilo rielar de las brisas sobre las espejeadas cuencas, mientras respiran aromadas ondas bajo sus frondas.
          Sobre estas sendas camino diariamente para seguir las instrucciones del Medico del I.M.S.S. Quien sugiriome bajar de peso y hacer algo de condición física para bajar algo mis niveles de glucosa de mi corriente sanguínea aliviando con algo la carga extra de la bomba aún incansable de mi corazón.
Por lo tanto, salgo en compañía de mi esposa todos los días invariablemente casi a la misma hora de mi domicilio de la Ave. 20 de Noviembre; ella queda en la esquina de Revolución y 20 de Noviembre, mientras yo continúo bajando por Revolución con firme paso hasta el parque Juárez, el que atravieso espantando a las palomas que sobre el adoquinado frente del palacio de gobierno buscan su alimento que la gente generosa les echa; me dirijo a la escalinata que está frente al Ágora y que baja a la calle Allende, que atravieso para continuar por J. Herrera, un pequeño tramo por B. Domínguez y la calle del Dique, a llegar a La Casa del lago (Casa de la Cultura) deteniéndome un poco ante los escalones de la inclinada pendiente para observar si está puesta la bomba que impele el inmenso chorro de agua del Lago principal, cosa que me encanta ver desde ese lugar, porque es un espectáculo tranquilizante y placentero. Luego continuo mi diario viaje por la margen izquierda del primer lago, quitándome la gorra de tela con la que protejo mi lizo cráneo de los quemante rayos del sol mañanero, y gozo de las frescas corrientes del aire aromatizado por perfumes de Jazmín y azahares de Naranjos y Cafetos.
Paso junto a un grupo de mujeres que realizan ejercicios aeróbicos a la voz de un atlético instructor al cruzar cerca del puente que divide el primer lago del segundo, mientras le doy paso a una hermosa jovencita que en patines recorre el mismo rumbo por donde voy.
El I.M.S.S. se encuentra rumbo a mi mano izquierda, pues bajo las sombras de los árboles alcanzo a distinguir sus edificios sobre del verde talud, y suena runrunearte un motor eléctrico, probablemente del suministro de agua. .
Luego ante el Águila de fierro, enorme estatua de una ave gigantesca con las alas abiertas, que parece querer comerse a los míseros seres que pasamos ante sus vacuos ojos, como queriendo urgirnos a que continuemos nuestro caminar, para cruzar el principal puente que divide el segundo del tercer lago. Continúo mi camino por la margen izquierda para llegar al otro puente y cruzar la cuarta sección, la más larga de este paseo de los lagos. En ese punto me detengo un instante para gozar el monótono canto de una gallina guinea que junto a patos de variadas especies habitan esa sección.
          Atravieso el puente y paso a la margen derecha bajo una hilera de jóvenes Fícus, que semejan desmadejados soldados reposando de la fajina aburrida que les impusiera su comandante gruñón.
          Miro de reojo la hermosa isleta donde dos parejas de jóvenes platican íntimamente de sus cosas, mientras a mi lado un enrome perro de melenas alborotadas jala con fuerza la correa que una pequeña mujer de Pants azules y desgreñada cabellera pelirroja, con trabajos puede contener. Después entre el circuito Presidentes y el Lago, me siento a descansar de mi recorrido, sacando de mi morral verde, mi gastada libreta donde inicio esta descripción de mi paseo diario, cuando me sorprende el;
- ¡Hola!
          De una hermosa trotona rubia que esbelta y amistosa, ya se acostumbró a mi tranquila presencia en esa curva de la pista, donde de cuando en vez sonriente y acalorada, sacude su rubia melena ante el aire que le brinda sus mejores brisas alborotándole sus crenchas claras.

Décima

La misma rubia de ayer
miro pasar raudamente,
mientras le perla la frente
lindo sudor de mujer;
y se ve palidecer
mientras pasea caminando,
creo que se cansó trotando
bajó su velocidad,
¿Condición ya no tendrá?
tal ves, porque va jadeando.
9.28 Hrs.

S.a.C.f.
Julio del 2003. En el Paseo de Los Lagos, Xalapa.



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