POR
EL PASEO DE LOS LAGOS
Xalapa
es una metrópoli hermosa y cosmopolita, que se distingue por su ambiente
cultural remarcado por contar con una de las (Si no la principal) Orquestas
sinfónicas de mayor prestigio nacional, así como la de ser sede de los
principales campus y Rectoría de la Universidad Veracruzana, aunado a ello las
oficinas esenciales de infinidad de dependencias que forman el mayor mazo de
burócratas aglomerados en esta ciudad capital, que cuenta con dos palacios de
gobierno, uno, el federal donde están las oficinas del Gobernador, y el del Gobierno municipal, donde síndicos,
regidores y Presidente tratan de hacer lo posible por conducir con precaución,
inteligencia y habilidad, las riendas de esta hermosa y cada día más caótica
urbe en la que decidí vivir con mi esposa y los dos hijos que procreamos con
amor.
En esta Xalapa de las flores, llamada
así por algún amante de la naturaleza al que probablemente le encanta el
producto de las plantas que en este clima húmedo y sub-tropical se desarrollan
con imponderable eficacia, existen lugares entre los que destacan. El Cerro del
Macuiltepec, lugar de frondas y verdores amplios; El Parque de los Berros, arbolada
estación donde anidan ardillas y primaveras en históricas Hayas, Eucaliptos y
Liquidámbares. Y el Paseo de Los Lagos. Escalonado remanso esmeraldino donde
sobre trémulas ondas nadan Patos y se reflejan arbóreos paisajes. Que en sus
márgenes, frondosos Higüeros, Hayas viejísimas, Hules de raíces que parecen venas de seres mitológicos, Pinos
esbeltos, Eucaliptos de cortezas jaspeadas y Liquidámbares de aromados
follajes, sombrean umbrosas sendas, en las que trotan y caminan infinidad de
personajes para gozar del tranquilo rielar de las brisas sobre las espejeadas
cuencas, mientras respiran aromadas ondas bajo sus frondas.
Sobre estas sendas camino diariamente
para seguir las instrucciones del Medico del I.M.S.S. Quien sugiriome bajar de
peso y hacer algo de condición física para bajar algo mis niveles de glucosa de
mi corriente sanguínea aliviando con algo la carga extra de la bomba aún
incansable de mi corazón.
Por
lo tanto, salgo en compañía de mi esposa todos los días invariablemente casi a
la misma hora de mi domicilio de la Ave. 20 de Noviembre; ella queda en la
esquina de Revolución y 20 de Noviembre, mientras yo continúo bajando por
Revolución con firme paso hasta el parque Juárez, el que atravieso espantando a
las palomas que sobre el adoquinado frente del palacio de gobierno buscan su
alimento que la gente generosa les echa; me dirijo a la escalinata que está
frente al Ágora y que baja a la calle Allende, que atravieso para continuar por
J. Herrera, un pequeño tramo por B. Domínguez y la calle del Dique, a llegar a
La Casa del lago (Casa de la Cultura) deteniéndome un poco ante los escalones
de la inclinada pendiente para observar si está puesta la bomba que impele el
inmenso chorro de agua del Lago principal, cosa que me encanta ver desde ese
lugar, porque es un espectáculo tranquilizante y placentero. Luego continuo mi
diario viaje por la margen izquierda del primer lago, quitándome la gorra de
tela con la que protejo mi lizo cráneo de los quemante rayos del sol mañanero,
y gozo de las frescas corrientes del aire aromatizado por perfumes de Jazmín y
azahares de Naranjos y Cafetos.
Paso
junto a un grupo de mujeres que realizan ejercicios aeróbicos a la voz de un
atlético instructor al cruzar cerca del puente que divide el primer lago del
segundo, mientras le doy paso a una hermosa jovencita que en patines recorre el
mismo rumbo por donde voy.
El
I.M.S.S. se encuentra rumbo a mi mano izquierda, pues bajo las sombras de los
árboles alcanzo a distinguir sus edificios sobre del verde talud, y suena runrunearte
un motor eléctrico, probablemente del suministro de agua. .
Luego
ante el Águila de fierro, enorme estatua de una ave gigantesca con las alas
abiertas, que parece querer comerse a los míseros seres que pasamos ante sus
vacuos ojos, como queriendo urgirnos a que continuemos nuestro caminar, para
cruzar el principal puente que divide el segundo del tercer lago. Continúo mi
camino por la margen izquierda para llegar al otro puente y cruzar la cuarta
sección, la más larga de este paseo de los lagos. En ese punto me detengo un
instante para gozar el monótono canto de una gallina guinea que junto a patos
de variadas especies habitan esa sección.
Atravieso el puente y paso a la margen
derecha bajo una hilera de jóvenes Fícus, que semejan desmadejados soldados
reposando de la fajina aburrida que les impusiera su comandante gruñón.
Miro de reojo la hermosa isleta donde
dos parejas de jóvenes platican íntimamente de sus cosas, mientras a mi lado un
enrome perro de melenas alborotadas jala con fuerza la correa que una pequeña
mujer de Pants azules y desgreñada cabellera pelirroja, con trabajos puede
contener. Después entre el circuito Presidentes y el Lago, me siento a
descansar de mi recorrido, sacando de mi morral verde, mi gastada libreta donde
inicio esta descripción de mi paseo diario, cuando me sorprende el;
-
¡Hola!
De una hermosa trotona rubia que
esbelta y amistosa, ya se acostumbró a mi tranquila presencia en esa curva de
la pista, donde de cuando en vez sonriente y acalorada, sacude su rubia melena
ante el aire que le brinda sus mejores brisas alborotándole sus crenchas
claras.
Décima
La misma rubia
de ayer
miro pasar
raudamente,
mientras le
perla la frente
lindo sudor de
mujer;
y se ve
palidecer
mientras pasea
caminando,
creo que se
cansó trotando
bajó su velocidad,
¿Condición ya
no tendrá?
tal ves,
porque va jadeando.
9.28 Hrs.
S.a.C.f.
Julio del 2003.
En el Paseo de Los Lagos, Xalapa.
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