martes, 11 de junio de 2013

XXXIV
Febrero 18 de 1994.

Pasó una vez con su bordón en la mano derecha. Bordón de raíz de otate, pulido por el uso y con su sombrero agarrado con la mano izquierda. Iba encorvado por el peso de los años, luciendo sus cabellos blancos rizados sobre un rostro agradable, amable y atractivo. Usaba lentes de gruesos vidrios de aumento, sus ojillos eran dulces y algo claros por su avanzada edad. Iba caminando muy atento y se detenía pegando la espalda a la pared, cuando por la angosta banqueta en la que caminaba, alcanzaba a mirar que venia una mujer  dándole el paso galantemente y se quedaba así un momento, como recobrando el aliento y así lo alcancé diciéndole:
-¿Anda pidiendo ayuda amigo? Pues noté que detenía el sombrero con la copa viendo hacia arriba, como para que le colocaran o depositaran algo en ella.
El me miró, notando sus ojos agrandados por los cristales de los lentes contestándome como que con pena.
-Si señor eso hago,
-Espéreme tantito, le dije, yo le ayudaré con algo.
Rebusqué en mis bolsillos algunas monedas y las eché en la copa de su sombrero, que noté, era de palma de cuatro pedradas, muy jarocho. El me dio las gracias pronunciando una bendición y continuó caminando por la angosta banqueta de esa calle de Xalapa, calle de mucho tránsito y de comercios abundantes.
A mí no me gusta dar limosnas,  pero no se que me dio ver a esta persona en esa postura y en ese preciso instante en que yo pasaba por ahí.
¿Me recordó a alguien muy querido? ¿Me recordó mi futura vejez? ¿Me recordó la realidad de la vida? No lo pude saber, mas lo importante es que llegué a casa con el alma ligerita y el gesto alegre.

 Xalapa, Ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario