VIII
Le
observo con sus ojos que me causan tanta ternura, con sus labios frescos y
rosados. Sus manos inquietas doblan una hoja de papel arrancada a la libreta de
mis notas, que él, según yo, ya convirtió en aerodinámico avión. Pero con una
regla y un lápiz le va rayando las alas al “avión” que acaba de fabricar. Se le
nota en el rictus de la boca la decisión del futuro piloto y en el nerviosismo
de sus manos la incertidumbre de si volará alto el “avioncito”. De repente se
chupa el labio inferior y en sus ojos se nota una señal de desconsuelo, creo
que no le salieron las rayas y los dibujos como el que quería. Más me dice:
-Al
rato lo voy a acabar de hacer, necesito tijeras, pegamento y colores.
Yo
le digo
- Así está bonito.
Y
él:
-Lo
quiero más “chido”, será una nave de combate.
De
repente, se levanta y se va a jugar con algún amigo, mientras yo me digo:
-. Amigo, se pasaron las épocas de los
avioncitos de papel.
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